martes, junio 29, 2010

El por qué de la Apostasía

Pues ahora sí. Resulta que por no estar en casa cuando vinieron los del Censo, me pusieron como que era miembro de la religión católica. No es culpa de la persona que dio la información… bueno, tal vez un poquito, pero ocurrió que ante su duda sobre qué poner respecto a mi (que muchas veces le he afirmado que soy ateo), y solamente decir que yo digo que no creo en nada, el entrevistador se limitó a quedarse callado hasta que le dijeron que pues póngamelo como católico. Lo único que me tenía emocionado de este censo era salir y decir póngame ateo, si no me puede poner como que aborrezco el catolicismo, vaya qué cosas. No quiero creer que esto sea parte de una conspiración, pero sin duda que entra mucho en juego el “catolicismo por default” que se adjudica a tantos mexicanos. No entiendo por qué el entrevistador, al ver la duda de la persona que estaba dándole respuestas, no sugirió, al haber escuchado que “no creo en nada”, la opción de ateísmo, y si ésta no existe, la de “otros:______”, que seguramente debe venir en el cuestionario del censo. Pero al no haber estado presente no puedo hacer más que sacar conclusiones acerca del por qué pasaron las cosas como pasaron.

Pero todo esto me puso a pensar en el por qué de la apostasía y por qué algunos ateos la consideramos importante.

Primero los argumentos en contra que uno se encuentra repetidos por todos lados: “Si no crees, y ofendes a dios con tu incredulidad, con eso basta, ya no eres católico”. “Si no crees en la iglesia, para qué entonces le das tanta importancia queriendo meterte en el trámite de la apostasía, ¿que no se supone que no te interesa"?” (este argumento además implica, como tantos de los argumentos anti ateos, que uno, o bien lo que tiene es que está ardido con la iglesia, o bien está formando parte de una especie de nuevo culto del ateísmo).

La cuestión con esos argumentos es que son hechos desde el interior de la creencia católica, o incluso de otras creencias, y en realidad no tienen sentido desde el punto de vista ateo, y la razón es sencilla. La iglesia católica, para un ateo, no es más, pero en especial no menos, que una organización política, con sus metas y sus tretas todas orientadas hacia conseguir más poder político. Esto es una respuesta al primer argumento en contra, pues en la vida real, que es donde vive el ateo, con “desear” no ser parte del catolicismo no se logra nada, pues no existe ningún dios al que ofender, ni las ordenanzas internas del catolicismo, en cuanto a lo espiritual, tienen realidad física (muy distinto de sus ordenanzas en cuanto a que organización política), por lo tanto, el trámite es necesario para abandonar, demandar que nuestros datos sean eliminados, de una organización puramente política y puramente terrenal, que gana poder de su número de miembros, y entre los cuales uno no quiere ser contado. Es como si en la Rusia comunista a uno le hubieran dicho que con desear de todo corazón no ser miembro del Partido era suficiente para no serlo, es un cuento de niños.

El no creer en lo que dice la iglesia no necesariamente es lo mismo a no darle importancia a esa organización política. En muchos casos lleva a lo opuesto pues al no creer uno en sus afirmaciones, y estar en contra de sus dogmas que trata de imponer como leyes civiles, se ve uno obligado a darle importancia, como el peligro que representa para la sociedad misma. Y parte de ese darle importancia incluye el no querer figurar en sus libros como uno de los suyos, mientras en realidad combate su influencia en la vida real.

Ahora que en un nuevo censo he terminado, sin querer, como católico (estoy viendo si existe manera de cambiar eso), más que nunca tengo que vencer la flojera de ir hasta otra ciudad a demandar mi apostasía, en especial con lo agresiva que se ha puesto la iglesia católica en los últimos tiempos.

El querer hacer la apostasía no es en absoluto un gesto vano, es una afirmación de desaprobación a la iglesia católica, es un reclamo por sus acciones injustificables, es querer no formar parte de las inmensas y silenciosas minorías que sin estar de acuerdo con la iglesia, aún dejan que ésta haga lo que quiera, y que los más ruidosos de los fanáticos den mal nombre a esa gran mayoría silenciosa.

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