domingo, noviembre 01, 2009

¿Feliz Día de Muertos?

Es una frase que se suele encontrar uno estos días aquí y allá. Casi podría jurar que esa frase, "Feliz Día de Muertos", no se comenzó a utilizar sino hasta que empezamos con esto de Día de Muertos Vs. Halloween en los países de habla hispana... o tal vez sólo en México, y aún allí, más marcadamente en el norte, donde más pega el Halloween.
Me da la impresión de que la tal frase esa es uno de los muchos intentos de igualar, hasta donde sea posible, a dos festividades que son completamente distintas debido a las culturas a las que pertenecen. Se ha creado una especie de competencia, y acá en México se empeñan algunas personas en convertir al Día de Muertos en algo tan atrayente como el Halloween, al grado de que desde hace años vengo escuchando de gente que dice "festejar" el Día de Muertos -"¡Por que son nuestras tradiciones, como ingaos que no!"-, de una forma casi idéntica a como se celebraría el Halloween, con un tema no tanto macabro como decididamente terrorífico, y se olvidan de la verdadera naturaleza del Día de Muertos, la nostalgia.
Eso, me parece, es un tremendo error. Y me la de la impresión de que en ese esfuerzo por mantener al Día de Muertos "a la altura" del Halloween, se ha terminado por corromperlo más que si se hubiera dejado las cosas como estaban.
¿Y cómo es que estaban las cosas? Pues cuando yo estaba en edad de celebrar Halloween, la situación era simple; el día 31 de octubre, celebrabas la Noche de Brujas, salías disfrazado a la calle a pedir dulces y en algunos lugares incluso organizaban fiestas de disfraces. Luego, después de pasarse el día primero de noviembre atragantándose de dulces, si te había ido bien la noche anterior, el día dos de noviembre se conmemoraba el Día de Muertos, y todos contentos, quiero decir, no había el menor problema.
El Día de Muertos nunca estuvo en verdad amenazado por el Halloween, de nuevo, debido a su naturaleza completamente diferente, Halloween era, y es, una celebración centrada en los niños, su noche para disfrazarse de lo que se teme el resto del año. Y el Día de Muertos era una festividad centrada... pues... ¡en los muertos!, en la conmemoración de los difuntos, y practicada por los adultos, más aún, su ceremonial llevado a cabo principalmente por los ancianos de la casa, los que tenían más difuntos a los que recordar; hoy se quiere "vender" el Día de Muertos al gran mercado de todas las festividades, los niños, y los jóvenes.
Con lo que se termina es "festejando" el Día de Muertos, y topándose uno con la frase: "Feliz Día de Muertos". Lo cual es una reverenda estupidez y una triste consecuencia de una batalla entre celebraciones que nunca tendría por que haber ocurrido. En el celo por "mantener nuestras tradiciones", se ve amenazas que no existen y se olvida la manera adecuada de observar esas mismas tradiciones, que terminan siendo las primeras víctimas colaterales de una batalla con un solo participante.
Y es que, como he mencionado un par de veces, el Día de Muertos ¡NO SE FESTEJA! ¿A quién se le ocurre tamaña tarugada? El Día de Muertos se Observa, se Conmemora, o mejor aún, durante ese día se conmemora, se recuerda, a los difuntos, a los que ya no están con nosotros. Esta observancia puede tener características de celebración, pero sólo por que las personas tendemos a convertir en festejo cualquier ocasión especial, particularmente si termina reuniendo un grupo mayor a dos personas.
El Día de Muertos no es un día feliz, ni se supone que lo sea. Tampoco tiene por qué ser triste, pero sí un día con al menos una pizca de contemplación, de tratar de comprender lo que es la muerte. Las tradiciones de las calaveras, tanto las de azúcar como las de palabras, y su ánimo jocoso caben también en la observancia, pero algo debemos tener claro, el Día de Muertos NO ES Navidad, NO ES Año Nuevo, y no es como ninguna otra festividad que celebramos en México.
Será melancolía, pero yo recuerdo con mucho cariño la manera en que mi abuela solía observar el que ella llamaba Día de Finados. Recuerdo que sacaba su montón de veladoras y las colocaba en su cómoda-altar, y recuerdo que cada veladora estaba dedicada a uno de sus difuntos, a sus padres, a sus hermanos y hermanas muertos, a su hija que murió antes de los tres años. Y a pesar de ser yo un niño, encontraba todo ese ritual fascinante, y me empeñaba en estar presente y ayudar -con la boca repleta de dulces de Halloween-, en ese sencillo ritual que mi abuela realizaba. No había una creación oficial de un "altar de muertos" ni había la gran mayoría de la parafernalia que hoy en día es tan reconocida para esa fecha. Había el simple y sencillo recordar a aquellos que ya no estaban con nosotros, el dedicarles al menos la llama de una veladora, una simple ofrenda de luz.
El aroma de la parafina consumiéndose aún me transporta a esos días. Ese era, y es, para mi, el verdadero Día de Muertos. No algo en lo que se hace gala de tradicionalismo patriotero, no un día que se "festeja", no un día que se desea feliz, un día de contemplación, y que nada tiene que ver con la visión que los angloparlantes tienen de la muerte y de los muertos, por lo tanto, solo cercano al Halloween por la fecha, pero nada más.
Por eso en la actualidad me da entre risa y ñáñaras el ver que se trate de convertir al Día de Muertos en algo que no es, que se trate de venderlo a un mercado que no le corresponde, y que se termine corrompiéndolo en aras de conservarlo. Más que nada me da coraje que se utilice a este día como caballo de batalla en la guerra cultural, o en la guerra contra la transculturación; una transculturación que es inevitable de todas maneras.
Como dije, yo nunca tuve problemas en festejar un día y observar el otro, aún cuando era niño y el Halloween era mi día favorito del año, por la única razón de que ese día se me permitía disfrazarme y salir disfrazado a la calle. Por su parte, el Día de Muertos tenía para mi la fascinación del ritual, y eso no es para nada despreciable. Creo que es el día dos de noviembre el que más extraño a mi abuela.