domingo, junio 06, 2010

Hablando de elecciones, corrupciones y guerras contra el narco

Vamos a ver, vivimos en un país donde la democracia únicamente es importante cuando una de las tres opciones quiere justificar su estancia en el poder, y donde el resto del tiempo la democracia se olvida por completo y volvemos a la buena vieja oligarquía de nuestro pasado.
Y tres opciones son lo único que tenemos.
Una. Un oximorónico poder institucional nacido de la revolución, el poder que es el abuelo de la burocracia mexicana e irónicamente solo la segunda generación de la oligarquía en que está enraizada nuestra cultura. El durante décadas Partido Único, El Partido, de los tiempos en que no había de otra y se votaba más por ritual que por elección... tiempos que solamente han cambiado en apariencia, pero no en realidad.
Dos. La falsa oposición de los antiguamente poderosos, de los conservadores de antaño, los que detentaban del poder en el México pre revolucionario, los que son la generación primera de la oligarquía mexicana post independentista, empresarios, ricos, iglesia, disfrazados ahora de nuevo gobierno y de alternativa a los males del Partido, pero al final tan afectos a la burocracia como éste, y por supuesto aún más enamorados de la oligarquía que sus antepasados inauguraron cuando decidieron independizar México antes que verlo caer ante las constituciones de Cadiz. Y que son además tanto o más populistas que la opción tres. Una "oposición" de poderosos que se han metido en la cama tantas veces como ha sido necesario con el "viejo" poder cuando era benéfico para sus fines.
Y la Tres, la opción que presuntamente nace del pueblo, pero que a final de cuentas es inexistente en nuestro norte, y que donde sí existe ha tenido que caer en la corrupción, en la demagogia, en acuerdos vergonzantes con sus opuestos en ideología. Una opción formada por aquellos que nunca vieron satisfecha su sed de poder cuando eran parte del Partido, y cuyos constituyentes, cuando en verdad son "del pueblo", están tan sedientos de riqueza y autoridad que se emborrachan de ellas sin en verdad pensar en qué están haciendo en cuanto las tienen al alcance.
Son las tres "opciones" únicas que tenemos los mexicanos, opciones que nacen de los mismos principios, que vienen del mismo lugar en la mente humana, en la idiosincrasia del mexicano. No son ni siquiera más de lo mismo, son parte fundamental de lo mismo, reproducido en las mentes de los que han tenido poder y quieren recuperarlos, quieren más, o nunca lo han tenido y quieren experimentarlo. ¿Cómo podemos esperar que quienes han solapado la corrupción durante décadas de pronto quieran combatirla, cuando son parte del mismo cuerpo de ideas que ha existido desde que se "estabilizó" México tras las revolución, tras la independencia misma, y que prácticamente fundaron la corrupción como un medio de control delicadamente diseñado para ser compatible con la cultura mexicana?
No hay manera de estar vigilantes cuando esa corrupción, que es innata al poder mexicano, se ha vuelto un crecimiento orgánico a través del cuál es imposible ver. ¿En qué candidato, en qué político parte de ese sistema ininterrumpido desde hace casi un siglo podemos creer? Yo digo que en ninguno de ellos, yo digo que no tenemos opción alguna y no nos queda más que votar por más de los mismo, por lo exactamente igual a lo que hemos tenido y que se disfraza de nuevo y de fresco.
¿Dónde está la esperanza? Irónicamente la esperanza la vemos cuando el crimen organizado por fin se vuelve y ataca al cuerpo político del que es parte, tal vez, solo tal vez, esos autoataques sean una indicación de que ese inmenso cuerpo de la corrupción en que vivimos, ese continuum de poder político y poder criminal, haya comenzado por fin a descomponerse, a atacarse a sí mismo; por que los ciudadanos no podemos hacer nada cuando toda nuestra participación en la vida política se reduce al cuasi religioso ritual de las elecciones, que no es tanto ejercicio democrático como bizarro exvoto, oración llena de esperanza ingenua por que milagrosamente el enfermo se haya curado solo.
Pero en verdad, ¿Qué puede hacer cambiar de opinión a los políticos cuando no son del pueblo, nunca han sido del pueblo, y del pueblo se olvidan nada más satisfecho el requisito de las elecciones?
No podemos engañaros esperando que los políticos tengan, y si las tienen, empleen, las soluciones a los problemas que enfrentamos en la actualidad. No podemos tragarnos la historia de que esta vez sí, de que esta generación de oligarcas sí cambiará la cosas, de que ahora sí va en serio y de verdad se va a combatir a los males del país.
Por que lo que vivimos ahora no es en absoluto un combate a esos males, lo que vivimos ahora, esta "guerra contra el narco" es una horrenda broma, una medida demagoga llevada a sus más amargas consecuencias. Es el equivalente de querer sacarle el cáncer a golpes al enfermo, cuando se desperdiciaron todas las oportunidades del pasado de prevenir la enfermedad, de combatirla mientras estaba temprana, y cuando se ha pasado de largo ante toda solución inteligente en favor de lo aparatoso, de lo que capte votos y gane simpatías internacionales.
No pretendo saber qué se puede hacer, cómo se puede efectuar un cambio cuando toda metodología para tal urgencia de cambio está detalladamente delineada por los poderes que se necesita cambiar. Solo sé que el verdadero cambio no puede venir desde dentro del esquema actual de la sociedad, por que es ese esquema, ese constructo de ideas y valores, el que tiene que ser cambiado.

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