domingo, agosto 30, 2009

El Necronomicón: Atheism for Dummies.

Si la obra de H.P. Lovecraft es una metáfora para algo, lo más probable es que sea una metáfora atea.

Visto superficialmente, el trabajo de H.P. es una renovación de lo sobrenatural por medio de la inclusión de lo científicamente "posible". Lovecraft creó el género del Horror Cósmico mezclando en sus escritos lo religioso, o mejor aún, los aspectos más oscuros del Ritual, con lo alienígena, o de nuevo mejor aún, con los aspectos más inquietantes de la posibilidad de la vida "Allá afuera".

Sin embargo, visto más de cerca, otras facetas parecen en la obra de Lovecraft.

Las "enseñanzas" religiosas suelen recurrir a las parábolas y metáforas de la vida diaria para explicar aspectos sobrenaturales o divinos que de otra manera no podrían ser comprendidos por los mortales. La cosa ha llegado al punto en que hablar en términos terrenales de esos aspectos "espirituales" es un lugar común y los creyentes se sienten más cómodos pensando en su dios como en alguien no muy distinto de ellos mismos. La barrera entre lo divino o sobrenatural, y lo humano, se borra y se pueden aplicar emociones y motivaciones humanas a los supuestos fenómenos sobrenaturales. Así, tanto dios como los fantasmas, suelen querer algo, necesitar cosas, y tener metas y motivaciones comprensibles para los seres humanos.

Ahora, si vemos la obra de Lovecraft podemos encontrar el opuesto ideológico de lo anterior, metáforas y parábolas escritas en código sobrenatural, para comunicar mensajes acerca de aspectos del universo en que vivimos. Un universo que, después de cientos de años de experimentarlo a través del filtro de lo sobrenatural, somos incapaces de ver como realmente es.

Las deidades en las obras de Lovecraft son incomprensibles, distantes y sin el menor interés por el bienestar de la humanidad. En el universo de las obras de Lovecraft, los dioses, los Antiguos, son básicamente los peces grandes que se alimentan del plancton que son los seres humanos y, presumiblemente, otros seres al nivel de la humanidad.

En el centro del panteón lovecraftiano, si es que se puede considerar que existe en verdad un centro, o de hecho un panteón, está Azathoth, el dios idiota, la representación "divina" del caos primordial. Si consideramos a Azathoth como un creador, tenemos que verlo como uno que crea por capricho y tal vez incluso sin voluntad de hacerlo.

En líneas generales el universo de Lovecraft es uno duro, frío, despojado del confort de deidades benévolas, y uno donde la humanidad tiene que valerse por sí misma, al tiempo que debe ser consciente de que, a fin de cuentas, es más bien poco lo que puede hacer por defenderse de los peligros de ese universo, viejo y hostil.

El universo, como lo conocemos hoy en día, es en escancie así, frío y hasta donde sabemos hostil a la vida. Hay pequeñas zonas de él donde la vida puede, en teoría (aparte de la Tierra misma) desarrollarse y triunfar; y aún en esas zonas, la vida de inmediato se ve inmersa en una lucha brutal por mantenerse, y por triunfar sobre sí misma.

El universo no parece un lugar acogedor, no parece haber rastro de los dioses benévolos, y si bien tampoco lo hay de los dioses oscuros de Lovecraft, tenemos que ver a éstos como metáforas del universo en que vivimos. Azathoth es el caos último, la entropía hacia la que por naturaleza se dirige el universo, y el caos y azar del cual surgió, sin un motivo ni un por qué. El Gran Cthulhu es la amenaza apenas adivinada que todo ser vivo inteligente teme, la amenaza de un cambio repentino y brutal de las circunstancias que termine por extinguir a la vida.

Las deidades de Lovecraft son, en realidad, metáforas para los peligros muy reales de un universo donde la vida es rara y se mantiene en un delicado balance de las leyes de la termodinámica.

Es en La Llamada de Cthulhu donde, y estoy parafraseando, el narrador nos deja un mensaje al que creo no se le ha prestado la suficiente atención. Nos dice que llegará el momento en que la humanidad finalmente vea, sin velos, sin filtros, lo que en verdad está allá afuera, y cuando llegue ese día, la misma humanidad preferirá regresar a una edad oscura antes que soportar la enloquecedora visión del horror cósmico.

¿Y acaso no es así? ¿Acaso la humanidad hoy mismo no se siente cada vez más incómoda con lo que la ciencia le muestra del universo y comienza a anhelar los buenos viejos tiempos durante los cuales mantenía los ojos cerrados y se sentía cómoda en su lugar imaginado de ser la joya de la creación? ¿Cuantas personas hoy en día no sienten que la ciencia les arrebata algo al hacerles ver el universo como en realidad es, un lugar frío, solitario y hostil?

Creo que Lovecraft dio en el blanco con ese mensaje del narrador de La Llamada de Cthulhu; pero que se trata de una metáfora. El narrador nos está hablando de los horrendos dioses oscuros, de los Antiguos; pero el escritor tal vez nos esté hablando del universo material tal como es, carente del confort de los dioses benévolos en los que nos hemos refugiado los humanos durante milenios.

Lovecraft nos hablaba con las palabras que pueden ser mejor entendidas por la humanidad. Dado que ésta se encuentra atrapada dentro del pensamiento mágico, Lovecraft nos habla con la voz de la magia, pero nos muestra, detrás de ese velo mágico, el mundo duro tal como es, el mundo donde el gran pez devora al pequeño, y donde el hombre no es bienvenido, no por odio, sino simplemente por que no está hecho para soportar las condiciones reinantes en ese gran universo.

Claro que no podemos aplicar esto a toda la obra de Lovecraft. A fin de cuentas era un escritor y le gustaba escribir historias de horror, disfrutaba sumergirse, mientras escribía, en ese mundo ajeno y misterioso donde poderes extraños pueden ser usados por el hombre más allá de sus capacidades físicas, y seguramente también disfrutaba dándose y dándole a sus amigos un buen susto con sus relatos.

No pretendo presentar a Lovecraft como un fabulador monomaníaco que con cada historia trataba de abrirnos los ojos al universo carente de dioses en que vivimos. Como todo ser humano tenía muchas facetas, y además de sus ideas tenía gustos y aficiones (por ejemplo, es sabido que era un racista irredento). Y seguramente muchas de sus historias las escribió simplemente por el gusto de hacerlo, o para sacar fuera algunas de sus obsesiones menores.

Y ahora al Necronomicón. Hay muchos supuestos necronomicones allá afuera, todos y cada uno de ellos una verdadera desilusión para el verdadero aficionado a Lovecraft. Ninguno de los necronomicones tiene en verdad ese sabor del cual uno obtiene probaditas a lo largo de la obra de H.P., y creo que eso se debe a que todos estos necronomicones han sido escritos desde el punto de vista de la magia, de que el Libro Maldito debe ser, por fuerza, un grimorio o una especie de biblia negra que dé por hecho la verdad del mundo sobrenatural lovecraftiano.

Creo que el Necronomicón tendría que ser algo distinto, y en su base, considerando la idea de que el Libro Maldito debe poseer la distintiva capacidad de enloquecer al lector, o al menos sumirlo en un estado de estrés emocional límite, creo que la idea central del Necronomicón debería ser la misma que aquella de la obra de Lovecraft, una idea que lo alejaría definitivamente del grimorio y de la biblia negra, y esa idea sería: Humano, el Universo es tu tumba, la tumba es el olvido final, y no hay nada que puedas hacer.

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