domingo, octubre 07, 2007

¿Libertad religiosa?

La iglesia católica, de un tiempo a esta parte, se ha dado a la tarea de gimotear lastimeramente acerca del trato que le da el estado Mexicano, y en su ánimo de retornar a los tiempos pre Juárez, enarbolan el estandarte de la “libertad religiosa”. Según la iglesia católica, en México no existe libertad religiosa, ¿por qué?, pues por que el país no se conduce como ellos quieren, que es a lo que se acostumbró esa religión desde los tiempos de la conquista.
Afirman que existe libertad religiosa verdadera, dado que los ministros no pueden participar en política y que en las escuela públicas no está permitido dar educación religiosa; igualmente demandan poder poseer medios de comunicación masiva para promover su mensaje. O sea, quieren todo aquello que, aunado a su aún mayoría de fieles, les daría de nuevo el poder sobre la vida, y la muerte (curas argentinos, anyone?), de los mexicanos.
Y es que el problema viene del poder fáctico que posee la iglesia. Ya hemos hablado de los poderes fácticos, son aquellos que tienen poder por sí mismos, sin que el pueblo, legalmente, se los haya proporcionado, y sin que el pueblo pueda quitárselos. Ahora, en este caso, claro, dado que la mayoría de los mexicanos son católicos, esos grandes números le dan mucho de su poder (pero también una buena parte viene de la asociación eterna de la iglesia con los hombres del dinero, otro poder fáctico), y esos número están basados en la ignorancia, pues esas mismas mayorías que encumbran a la iglesia, son las que malviven en situaciones de pobreza, y que mal aprendieron a medio leer y medio escribir, esa enorme porción de nuestra población que no tiene tiempo de preguntarse si el cura tendrá razón en lo que dice, pues antes tiene que preocuparse por comer, y que se siete feliz de tener al menos una certeza en su vida, la que el cura le da. ¿Es raro que la iglesia quiera regresar a las escuelas públicas? Recordemos que en su momento, fue la iglesia la que más se opuso a la educación de las masas, pues siempre supo lo que esto podía acarrearle, la peste actual del laicismo. Si regresaran a las escuelas públicas, podrían combatir ese laicismo, y atrapar en sus garras a aquellos que se les escapan dado que pueden recibir una educación.
La iglesia es un monstruo enorme, que en su momento el estado mexicano supo que debía tener bajo control, dado su tamaño y fiereza, de allí las leyes actuales. ¿Cuánto tiempo tardaría la iglesia en tragarse de nuevo al estado mexicano si se le ortorgara lo que hoy pide, presencia en las escuelas, presencia política y presencia en los medios? Recordemos que la iglesia es la manipuladora de las masas por excelencia; así, enfrentando el elector mexicano promedio a la decisión de votar por el sacerdote en las elecciones de presidente municipal, o votar por el contrario (y probablemente irse al infierno), ¿se puede decir que estaría haciendo la elección con libertad de conciencia?
Y es que de eso se trata la separación entre iglesia y estado, la libertad de conciencia, el poder tomar decisiones sobre el futuro, y el presente, de nuestro país, sin tener que preocuparnos de lo que el cura, el guardián de nuestra alma, opine de tales decisiones. Se trata de elegir basándonos en lo que consideramos mejor para nosotros, no lo que es mejor para la iglesia, lo cual no podría ocurrir si la religión se mezclara con la vida política, pues esa organización ve primero por sí misma, como cualquier organización política, y después por sus fieles, a los que a su vez tiene cogidos por la salvación de sus almas.
Se podría pensar en otorgar lo que la iglesia demanda, si la situación fuera ideal en México, si la ignorancia fuera tan baja como para asegurarnos de que nadie está siendo manipulado por medio de la fe, si los números de los creyentes estuvieran equitativamente distribuidos entre distintas e incluso mutuamente excluyentes creencias, y si tuviésemos la seguridad de que la iglesia católica ha dejado su pasado atrás, lo cual es evidente que no ha ocurrido, pues basta con ver la actitud que toma ante los casos de abusos sexuales cometidos por los sacerdotes, todo es secrecía, todo es sacrificio de los fieles en aras del bienestar de la iglesia.
La iglesia tiene mucho que recordar de ser una minoría y una entidad sin poder, tiene mucho que aprender de humildad y de tolerancia, antes de clamar por esa malentendida “libertad religiosa”.
Gracias, señores obispos, pero en México tenemos libertad religiosa, la tenemos con la receta ideal, y no se nos ofrece de esa que ustedes promueven, haciéndose los inocentes, y que sólo trae beneficios para ustedes mismos, gracias, pero no, gracias.

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