martes, abril 01, 2008

Chihuahua militarizado

Quienes me conocen, todas las tres personas, saben que estoy absolutamente opuesto a la militarización, soy un convencido de que la frase “inteligencia militar” es uno de los mayores oximorones de la historia del lenguaje, y que el uniforme de camuflaje siempre me ha hecho sentir desconfianza.
Por eso, en cuando Calderón se puso su trajecito militar y sacó al ejército para combatir al narcotráfico, puse el grito en el cielo, ¡eso no podía ser, no se podía hacer!
Voy a explicar mi punto de vista echando mano de tantos clichés como me sea posible.
El ejército no está entrenado para lidiar con civiles, y los narcotraficantes, por una parte, siguen siendo civiles, pero por la otra, y más importante, se mueven entre civiles, y se ven como civiles, emplean el telón de fondo de los ciudadanos para actuar… de hecho son parte del telón de fondo pues para hablar de un propósito camaleónico, tendríamos que sugerir que los narcos son una especia de fuerza militarizada opuesta al sistema, cuando la triste verdad es que son una expresión criminal de la ley de la oferta y la demanda. No se trata de guerrilleros, milicianos, terroristas o revolucionarios, y por supuesto no se trata de un ejército enemigo invasor. El ejército está entrenado para localizar al enemigo y eliminarlo, y las muertes civiles que sean inevitables son daños colaterales, perfectamente aceptables cuando se trata de una batalla, de acciones militares. Un soldado es sólo en muy raras ocasiones imputable de la muerte de civiles, sobre todo en medio del fragor de la batalla, la cuestión es que en casos normales, un ejército no actuará en medio de los civiles, sino en algún lugar transformado en un campo de batalla.
Las fuerzas militares, en tiempos de paz, deben estar acuarteladas y nunca se les debe movilizar, de nuevo, en tiempos de paz.
Dado lo anterior, ante la necesidad de una fuerza para mantener el orden en tiempos de paz, entre la población de civiles, se crean los cuerpos de policía, civiles ellos mismos, entrenados para luchar entre civiles, su acción en más individualista, más personal. Se supone que los agentes de policía conocen su medio, que es la polis, la ciudad, y saben cómo combatir el crimen dentro de ella. El trabajo del policía es microcirugía, donde el ejército ha de amputar.
Por otro lado, el policía tiene una mayor responsabilidad social y ha de responder por sus actos a un nivel mayor que el militar.
Mientras el soldado ha de seguir ciegamente las órdenes que se le den, pues así es entrenado, el policía tiene mayor libertad para emplear su criterio en las situaciones que se le presenten.
Supongo que a final de cuentas es una cuestión de humanidad, el policía ha de ser humano, mientras el soldado, en el cumplimiento de su deber, ha de dejar de lado la humanidad.
Cuando se trata de la corrupción también hay grandes diferencias, y al contrario de lo que lo más patrioteros puedan pensar, el ejército no es de ninguna manera incorruptible, basta recordar el apellido Rebollo. La cuestión es que, dada la manera en que es entrenado el soldado, y la necesidad de que siga ciegamente las órdenes que se le den, dentro de la estructura de mando militar sólo es necesario corromper a individuos clave, para que quienes estén a sus órdenes actúen sin pensar si esas órdenes vienen justificadas o tienen la motivación adecuada. En este caso también el policía tiene más libertad, pues está dentro de sus posibilidades el detectar y desobedecer las órdenes corruptas, e incluso denunciar la corrupción de sus superiores, sin que vaya en ello la sensación personal de que se está violando una de las cosas más sagradas para los militares, la cadena de mando.
La cuestión es que, como van las cosas en Chihuahua, igual y no fue tan mala la idea de meter al ejército a combatir el narco, y esto viéndolo a la luz de la reacción de las fuerzas del orden. Donde cabría esperar una preocupación de las agencias policiacas por el bienestar del ciudadano común, vemos que sólo se protegen a sí mismos, y se preocupan más que nada por ellos mismos, por sus posiciones y por lo que perciben como maltrato hacia sus personas. Renuncian en masa, en un acto de evidente evasión, haciéndonos recordar el viejo refrán: “El que nada debe, nada teme”.
Pero lo peor viene cuando nos enteramos de que para realizar las operaciones militares, el ejército se ha visto en la necesidad de acuartelar y desarmar a los policías, para que de esta manera los narcotraficantes no se enteren de que viene una operación en camino, pues antes de que el ejército hiciera esto, las operaciones fallaban por que los criminales estaban enterados y tomaban precauciones.
Las situaciones que describí más arriba, que el ejército no debe estar movilizado en tiempos de paz, y que en esos momentos debe ser la policía la encargada de mantener el orden; que nunca debe el ejército ser usado contra civiles y que para eso está la policía. Todo ello es, digamos, un estado ideal, como cuando empleamos los gases ideales para explicar el comportamiento del estado gaseoso. Pero cuando en la realidad tenemos cuerpos de policía profundamente corrompidos, infiltrados hasta la médula por el narcotráfico, además de pobremente entrenados –recordemos que en el pasado el comportamiento de las fuerzas del orden ha sido más brutal y carente de inteligencia que el esperado de parte de las fuerzas armadas-, la idea de emplear al ejército casi se justifica.
Al parecer sí estamos en tiempos de guerra, al parecer nuestra policía es completamente incapaz de mantener el orden, de luchar contra una fuerza que tiene demasiados puntos de contacto con ella, al parecer el ejército está teniendo resultados. Es triste, muy triste.
Muy bien, aceptemos ahora que es necesario el ejército en nuestras calles para combatir al narcotráfico, asumiendo primero la tesis de que la policía es incapaz, ahora consideremos el futuro.
La guerra contra el narcotráfico no se va a ganar a balazos, eso es un hecho, por que los narcotraficantes no son una milicia a vencer, es crimen organizado, son familias donde el crimen se extiende por generaciones. El narcotráfico es, además, un negocio, y no una ideología, por lo tanto es más difícil de vencer; siempre surgirán nuevos “negociantes” que busquen una manera de hacer mucho dinero en poco tiempo.
Las medidas de Calderón sí son demagógicas, y la falta de un plan a futuro, a muy, muy largo plazo para combatir el narco, lo demuestran.

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